Eugenio D'Ors en Principios de
política de misión recogía en hermoso lenguaje algunas de estas ideas clave que
tal vez debieran ser repetidas y aprendidas y practicadas en la medida de lo
posible por los altos cargos de los partidos políticos, sobre todo cuando
poseen responsabilidades de gobierno en cualquiera de las naciones: '"El
espíritu debe redimir a la naturaleza"; "La cultura debe redimir a la
nación"; "La condición óptima para la selección es la jerarquía
mediante la excelencia y la igualdad de oportunidades"; "Cada hombre
es un servidor. Cada servicio es una dignidad. Cada dignidad es un deber. Cada
deber es una técnica"; "Todas las voces han de ser oídas";
"Toda misión ha de tener un carácter universal, no empequeñecedor, sino
abierto al horizonte"; "No seguir la opinión pública, sino
precederla"; "No servir a un señor que se pueda morir".
https://www.youtube.com/watch?v=e_Zq37JTsqQ
Eugeni D’Ors (1881-1954) sigue
siendo hoy, casi sesenta y tres años después de su muerte en 1954, un nombre
incómodo para la cultura catalana y para la española, tantas veces sometida a
la corrección política. Su apoyo a la Mancomunitat de Prat de la Riba y su
posterior identificación con la cultura en la era de Franco le han convertido
en una figura casi marginada. En este sentido, destaca el monumental trabajo
del historiador Javier Varela que recupera al intelectual, al Xenius por
excelencia, en una biografía total Eugenio D’Ors 1881-1954, publicada por RBA. En
sus páginas se redescubre la voz y la figura de un hombre independiente. Un
hombre que fue nacionalista catalán, nacionalista español, sindicalista,
monárquico y falangista.
Comenzó como periodista en La
Veu de Catalunya, con un célebre Glosari que firmaba como Xenius. En aquellas
letras D'Ors dibuja nada menos que el canon estético y vital de la Cataluña de
los años veinte. Si Ortega y Gasset era la referencia incuestionable de la
España castellana y Miguel de Unamuno combinaba la pasión quijotesca con la
poesía y el pensamiento, Eugenio D'Ors se configuraba como la voz nueva de la
España mediterránea, filosófica pero transida de belleza, de arte y estética.
Cuando cayó Prat de la Riva,
en 1920, el escritor se marchó a Madrid y decidió no volver a escribir jamás en
catalán. Tres años después reanudaría las glosas, ahora en el diario ABC y en
castellano. En 1927 fue nombrado miembro de la Real Academia de la Lengua y
regresó a París como representante de España en el Instituto Internacional de
Cooperación Intelectual. La guerra le sorprendió en París, con tres hijos
combatiendo en el bando nacional. Años antes de eso, D'Ors ya era considerado
un traidor en Cataluña y un fascista en la capital. Cosas de la tolerancia de
entonces.
En diciembre de 1936, María Teresa León se hizo cargo de
la "evacuación" del Museo del Prado. En mes y medio, sin más criterio
que el de su compañero Rafael Alberti, más de doscientos cuadros, Las Meninas
de Velázquez y el Carlos V de Tiziano entre ellos, fueron enviados rumbo a
Valencia.
En marzo del 1939, cuando aún
no había acabado la guerra, D'Ors, con uniforme de Falange, es jefe nacional de
Bellas Artes y secretario perpetuo del Instituto de España, organismo que
agrupa a todas las academias. Además, era uno de los negociadores, junto a José
María Sert, que debía conseguir que los miles de cuadros sacados de España y
depositados en Ginebra sean devueltos. Eugenio D'Ors llevó con tino y prudencia
la delicada gestión. Las Meninas están donde están gracias a D'Ors, que a partir
de ese momento se haría cargo del estudio, difusión, descubrimiento y
conservación del arte contemporáneo en España.
En 1939, con ocasión de estas
gestiones, D'Ors charló ampliamente con Picasso que –al igual que Dalí– era
amigo suyo. El artista le dijo: "Cómo una persona tan independiente como
tú esta con esa gente". A lo que el escritor replicó: "Porque lo que
tú llamas esa gente es la única que podía salvar España. Lo que de España tú y
yo amamos".
La pasión por el arte le hizo
dedicarle hermosas páginas a la pintura, al Parnaso literario y a la propia
concepción de la belleza. Destacan de entre sus obras: Tres horas en el Museo
del Prado (1922) y El valle de Josafat (1946). En el primero analiza con
sensibilidad y agudeza una visita a un templo del arte como es El Prado. Se
trata de la mejor guía de museo que jamás se haya realizado. En El valle de
Josafat, el autor pasa revista a los principales escritores y artistas de su
tiempo con agudo sentido crítico.
A menudo se considera a
Eugenio D'Ors como un autor dedicado a la crítica de arte, pero su obra
encierra una sólida teoría estética, una poética en sentido clásico. Su
discípulo José Luis Aranguren lo supo ver claramente: toda estética es
filosofía. La estética orsiana, a la que d'Ors denomina arbitraria, es una
estética vital, llena de ética sin resultar moralizante, que apela al lector y
al espectador del arte. Es una estética vivida. En ella, la Belleza no es un
ideal separado de la vida, sino que es algo práctico, vivible.
Desde 1904, el proyecto
renovador de Eugenio D'Ors se llamará Noucentisme y, precisamente, propondrá su
reforma a través de la estética. Si el modernismo desgaja al hombre haciendo
incompatibles naturaleza y libertad, la estética noucentista y el arbitrarismo
sostienen que la voluntad impone orden en la naturaleza, conciliando ambas
dimensiones. Es el arte quien permite, así pues, entender al ser humano de modo
unitario, pues es en el arte donde se manifiesta la belleza. Keats lo supo
expresar en versos admirables: "Belleza es verdad, verdad es belleza, es
cuanto sabemos en la Tierra y cuanto necesitamos saber".
Con El secreto de la filosofía (1947) y La ciencia de la cultura
(1964), el autor va a intentar
sistematizar su pensamiento. Es desde el pensamiento estético desde donde hay
que entender a Eugenio D'Ors. Las nociones clave sobre las que articula ambas
síntesis de su pensamiento son precisamente nociones estéticas. Así, ángel,
eón, seny, forma, figura, nimbo, funcionan en el pensamiento orsiano como
categorías estéticas. Es de especial interés, su teoría sobre el
"ángel" como la categoría estética y espiritual que de alguna manera
sustancia el cuerpo con el alma.
Así Pablo D'Ors pudo escribir:
"Eugeni Ors i Rovira definió su tarea
literaria como combate por la luz, esto es, como una especie de ilustración
católica. La misión del hombre de letras es, a su parecer, una empresa viril en
la que se lucha, como Jacob con su ángel, por la luminosidad de la
inteligencia. Un quehacer que no debe avanzar nada sin alguna reserva,
insinuando la objeción ya en la afirmación misma y, protegiéndose, de este
modo, de esa exuberancia fácil a la que conducen algunos hallazgos
intelectuales. Este quehacer de ingenio metafísico podría ser definido como
procedimiento socrático de la ironía. La aparición del ángel en el pensamiento
de Xenius tiene mucho que ver con su alergia hacia todo lo vulgar y con su
deseo de clasicismo".
Por su parte, El secreto de la filosofía pone de relieve que la filosofía orsiana es dialéctica, ironía en la más pura tradición socrática. Así lo pudo ver Gonzalo Fernández de la Mora en su ensayo sobre Filosofía española contemporánea, la filosofía como consciencia del carácter no definitivo del propio pensamiento, exactamente al contrario de lo pretendido por la Modernidad. Los límites no son algo extraño, extrínseco, sino que precisamente por ellos me defino. Y lo hago actuando, viviendo, trabajando y jugando, construyendo en suma la propia vida.
El gran mérito de La ciencia de la cultura es, por un lado, la sistematización de la labor de toda una vida, mostrando así que la filosofía orsiana es profundamente unitaria. Por otra parte, se expone patentemente la reacción del pensamiento orsiano contra el historicismo.
El gran descubrimiento de Eugenio D'Ors es la armonía de filosofía y vida. Para mostrar esa convergencia de las dimensiones de la realidad, utiliza la glosa, que busca el ángel. Quien lo alcanza es el seny, la razón figurativa, que descubre la belleza de las cosas y del ser humano: la filosofía del hombre que trabaja y juega. Hombre y mundo son unitarios y compatibles gracias a la belleza.
D'Ors combina de forma
original el descubrimiento de la vida que formularía Ortega a partir de
Meditaciones del Quijote, con la visión unamuniana de Vida de don Quijote y
Sancho. Para Xenius, vida y pensamiento se unen en la belleza. Y vivir –bella
metáfora– es gestar un ángel para alumbrarlo en la eternidad. Volver a D'Ors es
retornar a los caminos artísticos de la belleza. A la superación de la dualidad
juego/trabajo, pasión/jerarquía, arte/vida. Todo ello a través de la cultura.
Merece la pena.
No hay comentarios:
Publicar un comentario