miércoles, 1 de abril de 2020

ANIVERSARIO DE UN ACTOR. SPENCER TRACY Fernando Alonso Barahona






ANIVERSARIO DE UN ACTOR. SPENCER TRACY
Fernando Alonso Barahona

"Me complace mucho verme nominado e incluido entre otros actores, todos ellos más merecedores del premio que yo, y ése es suficiente honor para mí. Pero en caso de que ganase, ¿debería considerarme mejor que ellos? Por supuesto que no. Una buena interpretación depende del papel y de lo que el actor en cuestión aporte al mismo. Pero sólo él. Yo puedo aportar Spencer Tracy a un papel y nadie que no sea yo puede hacerlo. Yo soy el mejor Spencer Tracy del mundo. Y si quieren darme un premio por eso, que me lo den, pues me lo habré ganado”.
SPENCER TRACY


Se cumple  el 120 aniversario del nacimiento  de uno de los mejores actores de la historia del cine, el gran Spencer Bonaventure Tracy (Milwaukee, 5 de abril de 1900 - Beverly Hills, 10 de junio de 1967). Natural, carismático, cercano, Tracy supo transmitir humanidad a sus personajes sin forzar nunca la interpretación, simplemente encarnando en cuerpo y alma a los seres humanos que la historia en cada película presentaba.
Católico de ascendencia irlandesa, realizó sus primeros estudios en varios colegios (su rebeldía le llevó a ser expulsado en numerosas ocasiones) hasta que entró en la Academia Marquette, un riguroso centro jesuita. Al estallar la Primera Guerra Mundial sirvió en la Armada y, finalizada la contienda, cuando aún no había cumplido los 20 años, se sintió atraído por el mundo de la interpretación. Su primera oportunidad se la dio John Ford en Río arriba (1930).
Enseguida llegó Frank Borzage con su intimista Fueros humanos (1933) y poco después el primer gran éxito comercial, la inolvidable San Francisco (W.S. Van Dyke, 1936). El film de Van Dyke tuvo uno de los presupuestos más grandes de la época, concretamente 1,6 millones de dólares, y la película fue el éxito taquillero más grande de 1936 y el segundo de toda la década tras Lo que el viento se llevó. Su secreto, un terceto de  grandes estrellas, un guion maravilloso de Anita Loos, y un despliegue de efectos fuera de lo común en aquellos años. Gable y Tracy prefiguraban sus personajes de Rhett Butler (Lo que el viento se llevó) y padre Flanagan (Forja de hombres) en tanto que la maravillosa Jeanette MacDonald ya en plena fama tras Rose Marie, con Nelson Eddy nos brindaba varios momentos musicales que conservan íntegros su emoción y encanto.

Spencer Tracy pasó más de 20 años en la Metro; allí colaboró con actores, actrices y directores que le ayudaron a ser una de las estrellas más brillantes del firmamento hollywoodiense del momento. Su nivel interpretativo le permitió alcanzar numerosos éxitos y convertirse en uno de los actores más populares. Quedarán como algunas de las actuaciones más memorables del cine de todos los tiempos la mencionada de San Francisco (1936), de W. S. Van Dyke, su personaje de Manuel en la espléndida Capitanes intrépidos (1937), de Victor Fleming, por el que mereció su primer Oscar; y sobre todo el famoso padre Edward Flanagan de Forja de hombres (1938) y La ciudad de los muchachos (1941), ambas de Norman Taurog; por la primera de ellas recibió su segundo Oscar.
Repitió con Gable en Piloto de pruebas de Victor Fleming y Boom Town, de Jack Conway, y ofreció lo mejor de sí mismo en sólidos westerns como la magnífica Conspiración de silencio (1955) de John Sturges  , una de sus trabajos cumbre cumbre , o Lanza rota (1954), de Edward Dmytrik
El último hurra de John Ford es otra de sus obras maestras: la historia de una derrota, la de Frank Skenffington —impresionante Spencer Tracy—, un político importante en una ciudad de Nueva Inglaterra. Ford habla de los políticos cuya época ya ha pasado o está a punto de terminar y lo hace con nostalgia, no oculta sus errores pero valora su cercanía su humanidad, su compromiso con las personas. Su mirada va mucho más allá de ideologías. Se dirige al corazón.





Los problemas de salud apartaron a Tracy momentáneamente de la pantalla a la que volvió de la mano de Stanley Kramer, envejecido pero digno y carismático: Vencedores o vencidos (1961) o su despedida en Adivina quien viene esta noche (1967).
En la cumbre de su carrera, la Metro emparejó a Spencer Tracy con una de las actrices más importantes de la época, Katharine Hepburn. Tras La mujer del año (1942),  dirigida por George Stevens y con guión de Garson Kanin, se consolidó una intensa relación sentimental que se mantuvo con la mayor discreción en el siempre agitado panorama de Hollywood. Tracy y Hepburn brillaron juntos en Mar de hierba (1947), de Elia Kazan, El estado de la Unión (1948), de Frank Capra, o en la excelente y divertida La costilla de Adán (1949), de George Cukor, con otro inteligente guión de Kanin.
Hepburn fue la gran trayectoria vital de Spencer. Él estaba separado de su esposa, pero no pensaba divorciarse nunca –pese a sus numerosos escarceos amorosos- y seguía viéndola con regularidad. Ella era divorciada y había vivido varios sonados amores, entre otros con el multimillonario Howard Hughes. Él era un hombre formal y tradicional. Ella, una rebelde que desafiaba las convenciones. Pero los dos eran inteligentes y cultos. El amor –como escribiera Ortega- se convirtió en un género literario cuando los dos artistas se hicieron amantes



Spencer Tracy se había casado con la actriz de teatro Louise en 1924. Cuando su primer hijo, John, tenía unos meses de vida, los médicos confirmaron que el bebe era completamente sordo. Louise dejó su carrera para dedicarse completamente a ese hijo. Se negó a internarlo en una institución. Descubrió que podía enseñarle a leer los labios y después, poco a poco, a emitir sonidos y pronunciar palabras. Era una tarea lenta y penosa. Tuvieron otra hija, Susie. Entre tanto, Tracy triunfaba como actor de cine. Y el matrimonio se desmoronaba. Louise y Spencer vivieron juntos más de quince años. Ella lo apoyó y lo alentó en su carrera y comprendió su angustia como padre. Toleró sus amoríos y sus borracheras, frecuentes y graves, hasta la separación de hecho aunque nunca se formalizara.
Cuando Spencer se enamoró de Katharine, ya no vivía con Louise, pero la visitaba todas las semanas. Mantenían una relación de profundo cariño y amistad. Así hasta el fin de sus días, incluyendo todos los años con Hepburn. Fue una historia que todos respetaron, incluso los tabloides sensacionalistas.
Adivina quién viene a cenar esta noche (1967) fue la despedida total. Volvió a  formar pareja con Katharine Hepburn. Tracy bordó en este filme el papel del padre que debe demostrar su ausencia de prejuicios cuando su querida y encantadora hija, interpretada por Katherine Houghton, presenta a sus padres a su novio, un yerno perfecto con la única salvedad de que su piel es negra (Sidney Poitier).
Tracy falleció el 10 de junio de 1967, a la edad de 67 años, dos semanas después de acabar el rodaje de Adivina quién viene esta noche. Durante el mismo el actor le había comunicado al director su temor de no poder concluir la película. Pero lo hizo y se sintió orgulloso de ello. Tracy padecía diabetes, enfisema pulmonar y la causa final de su muerte fue un ataque al corazón. Por respeto a su esposa y familia, Katharine Hepburn no acudió al funeral.


  El 5 de abril hubiera cumplido 120 años . Su recuerdo pervivirá mientras existan las películas, es decir, siempre en el corazón de los amantes del cine.





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