sábado, 1 de octubre de 2016

EL BESO SECRETO




EL BESO SECRETO
Fernando Alonso Barahona


         
 Aún hoy me produce escalofríos, pero creo que recordarlo me hará bien y me traerá mayor calma . La historia comenzó cuando acepté aquel empleo   Tal vez no debí hacerlo pero llevaba varios meses ocioso y necesitaba dinero y – sobre todo – salir de mi caparazón y regresar a un mundo que parecía haberse vuelto hostil .

No era momento de preguntarme cómo había llegado a aquel extremo sino decidirme rápido para buscar una solución .  Estaba cansado de aquel apartamento solitario, de no contestar al teléfono cuando me llamaban los amigos que aún se acordaban de mí.  Por eso me dispuse a aceptar aquella oferta de trabajo.

      Vanesa me recibió con amabilidad  El negocio que dirigía  era un salón de masajes con balneario, spa y gimnasio solo para mujeres. Yo sería una especie de administrador, encargado ejecutivo de la empresa, a las órdenes directas de aquella dama que parecía ser  la dueña .

  Vanesa era una mujer alta, de mirada fría tamizada por sus modales cálidos y una voz suave que poseía la virtud de tranquilizar a quien la escuchaba . Las instrucciones eran sencillas : disciplina en los horarios, discreción con las clientes y eficacia en los trabajos que me encomendara .

  Me gustó, aunque no encontrara una razón que pudiera explicar . Era una ocupación diferente, tanto – debí juzgar en aquel momento – que decidí mantenerla en secreto y no compartirla con los amigos que aún me quedaban. Además mi experiencia en informática de trabajos anteriores me facilitarían la gestión de los asuntos de aquella empresa ..

  Al día siguiente me presenté a la hora indicada. Vanesa me condujo a un pequeño despacho, moderno, muy tranquilo y con un ordenador que era sin duda nuevo . Yo lo estrenaría, supongo que como el resto del material . Antes de tomar posesión de mi pequeño lugar la dueña me enseñó todo el lugar. La sala de masajes con tres cabinas, el diminuto pero acogedor spa con una cabina de baño turco, otra de sauna y una piscina asaeteada por chorros de agua y efectos de luz .  El gimnasio aún permanecía cerrado, no se inauguraría hasta pasados unos días .

Me sentí cómodo; el trabajo no era complicado , consistía sobre todo en llevar la cuentas de la empresa, realizar comunicaciones, preparar publicidad . Y desde luego aplicar mis conocimientos informáticos a la gestión . Durante la primera semana apenas salí del pequeño recinto que se había convertido en una oficina solitaria pero desde luego eficaz, tal vez lo que yo necesitaba en aquellos instantes .












       Una mañana Vanesa me pidió que la acompañara para comprobar que el gimnasio estaba ya listo para poder iniciar su apertura. Seguí sus pasos y realicé las oportunas comprobaciones que luego debía presentar en la sede municipal responsable de la licencia. 

    Apenas me había percatado en los días anteriores, casi siempre encerrado en mi despacho, pero el local se encontraba repleto de clientes . .

Mujeres jóvenes, de mediana edad, discretas algunas, vocingleras otras, pululaban por las pequeñas estancias llenando de vida y alborozo aquel lugar que hasta entonces yo consideraba silencioso y recatado .

  Los chapoteos en la piscina llamaron mi atención . Un grupo de cinco o seis mujeres nadaban en aquellas aguas azules, de chorros y de luces que despedían extraños destellos  Al menos tres de ellas lucían sus pechos desnudos acariciados por el agua. Otras caminaban por el borde y sus piernas relucientes ofrecían un curioso contraste con la opacidad del cristal que rodeaba los contornos de la piscina .  Me entusiasmaban los colores producto de la original decoración que Vanesa – sin duda sería ella la responsable – había ideado . Toda una combinación de armonía atractiva, a veces sembrada de caos chillón y profundamente sensual .

   Pasaron los días y percibí que mi presencia en las diferentes salas pasaba inadvertida, o tal vez nadie reparaba en ella o resultaba absolutamente indiferente.  Por eso comencé a salir con frecuencia aunque siempre aparentando discreción y rapidez . La piscina mecía el oído con el murmullo de sus olas suaves , en la sauna y baño turco entraban y salían mujeres envueltas en toallas de colores chillones . La desnudez de sus cuerpos se adivinaba muy cercana, como una fruta atrayente  Me cruzaba con Vanesa en alguna ocasión y tampoco parecían importarle mis excursiones . Supongo que la exactitud de las cuentas era lo que realmente le interesaba de mi trabajo

  Sin embargo yo no podía imaginar lo que sucedió una tarde, cuando el balneario acababa de cerrar sus puertas y todos los clientes y empleados se habían marchado .

   Yo también me disponía a hacerlo cuando escuché la voz de Vanesa. Me acerqué despreocupado a una de las salas.  Reinaba el silencio solo acompañado por el ruido tenue de las aguas . Vanesa descansaba sumergida en una de los diminutos “jacuzzi” que se habían preparado en aquel lugar de reposo  Me miró con los mismos ojos fríos y penetrantes y me pidió el informe de la ultima semana .

       No podía evitar el estremecimiento, ella parecía provista de una armadura que evitaba cualquier sensación, pero yo no pude por menos que adivinar con mis ojos su cuerpo recostado sobre la bañera . Sus leves movimientos dejaban al descubierto la desnudez de su piel que se antojaba gélida pero sinuosa y provocativa . Pude percibir sus pechos redondos y grandes, más de lo que había imaginado cuando vestía sus trajes elegantes 



  Vanesa revisó el informe , una espuma abundante velaba el resto de su cuerpo pero entonces ella con un gesto me pidió que le llevara la toalla verde y mullida que yacía sobre el suelo . Lo hice sin dudar, Ella se levantó y la tomó entre sus manos . Durante unos segundos su cuerpo entero, su piel tersa, sus piernas afiladas, su vientre blanquísimo acariciado por un vello negro, sedoso y reluciente apareció ante mis ojos. Luego se marchó como si hubiese sido la misma aparición de un fantasma

           Confieso que aquella noche la pasé en vela, y la siguiente . No salí del despacho , había decidido no hacerlo hasta que ella me requiriera  de nuevo . Fue una espera angustiosa, lo admito, aunque en apariencia todo fuera normal y nada pareciera perturbar mi ánimo .

   Pasaron tres días y por fin recibí un encargo nuevo . Provisto de todos los datos que me había pedido caminé hasta la antesala de uno de las cabinas de masaje .

Todo estaba en orden, Vanesa me sonrió con aprobación y yo diría que complicidad. Durante unos instantes me sentí envuelto por la fascinación de aquella mujer que apenas pronunciaba palabras .  Yo quedé satisfecho y aguardé nuevas instrucciones, pero había de esperar porque una cliente entraba en el lugar del masaje.

  La puerta se cerró y yo decidí aguardar, sin embargo pronto comencé a escudriñar aquella estancia, como si adivinara alguna especia de arcano u oculto secreto entre sus paredes . No tardé en encontrar una falsa puerta que abrí sin obstáculo . Era un armario de material perfectamente ordenado: cremas, perfumes, toallas pequeñas ......y una ventana transparente a la sala de masaje tenuemente iluminada pero visible.

No pude por menos que mirar. Vanesa recorría con sus manos la espalda de la mujer que recibía el masaje. Lentamente, con segura suavidad . Decidí seguir mirando cuando la toalla que cubría a la cliente cayó sobre el suelo dejando al descubierto sus piernas , sus curvas musicales -  al menos así se me antojaban  desde aquella ventana – y sobre todos los rincones de aquel cuerpo desconocido las manos de Vanesa , sabias y dulces .

        Yo contenía la respiración aunque estaba seguro que aquel cubículo estaba aislado y nada podía delatarme . La mujer se dio la vuelta y el masaje continuó , era un ritual de caricias, aceite y silencio . Tras unos instantes de descanso, Vanesa buscó en uno de los armarios y sacó objetos que no podía distinguir.  Sus manos expertas se acercaron a la cintura de la mujer y llenaron de espuma su cuerpo acariciando un vello rubio y no muy abundante que de repente comenzaba a brillar con extraña luminosidad .

       Parsimonia y destreza . Unos minutos tal vez largos o cortos, sumidos en la relatividad de un tiempo que se percibe de forma distinta según el instante 

     En ese indefinible espacio de tiempo Vanesa concluyó su trabajo , El vello rubio y delicado había desaparecido por completo . La mujer tumbada en la camilla , con sus piernas abiertas parecía tranquila, con los ojos cerrados, tal vez soñando . Su vientre blanco parecía más desnudo dejando al descubierto los secretos más íntimos de su cuerpo.

       Entonces Vanesa inclinó sus labios y durante unos segundos interminables besó aquel cuerpo  tan suave, tan sensible.    La mujer no abrió sus ojos pero movió ligeramente su cuerpo tal vez  traspasado por una contracción  dulce y callada . O quizás fuera tan solo fruto de mi imaginación espoleada por las imágenes, las sombras, la cercanía, el silencio. La mujer desconocida se levantó entonces   una perversa sensación se había apoderado de la calma, por un instante me pareció una estatua de hielo, fría y lejana , inalcanzable .

   Abandoné entonces la estancia , tal vez temeroso de ser descubierto , pero cuando caminaba sentí a mis espaldas la presencia de Vanesa . No pronunció palabra pero comprendí que ella sabía que yo había permanecido allí todo el tiempo, hasta el final de su operación.








     De nuevo aquella noche resultó interminable, asaltada por sueños e imágenes que me golpeaban . Me preguntaba porqué no me había atrevido a hablar con Vanesa . Su juego era excitante pero podría ser peligroso. Me prometí a mí mismo hacerlo a la mañana siguiente . Era sin duda una mujer atractiva , podía hablar con entera libertad . Soñé entonces con acariciarla, ¿ y si se lo pidiera ¿ . Aquellos ojos fríos resultaban cautivadores y su cuerpo que yo había entrevisto en nebulosa  se antojaba aún más atractivo .



    No pude poner en  práctica mi plan de forma inmediata porque ese día esperado Vanesa no apareció por el balneario . Yo completé mi jornada de trabajo de modo habitual, me pasé una buena cantidad de minutos hablando por teléfono con amigas y amigos – a los que por supuesto no conté nada de lo que estaba viviendo – y caminé con entera libertad por la distintas salas del establecimiento, incluido el gimnasio que acababa de abrir sus puertas .

Al día siguiente la dueña tampoco apareció ; no lo hizo  hasta el final de la jornada . Ahogué un suspiro   Al verla la descubrí aún más elegante, más misteriosa , más sugerente .

    Tal vez hipnotizado por su magia me condujo de nuevo a la sala de masaje, la misma de aquel día fugitivo . Cerró la puerta y me sonrió .



-         “Sé que descubriste mi lugar secreto “.

-         “Lo siento , no era mi intención. Estaba mirando la antesala y ...

-         “No importa, no te preocupes “.





     La voz sonaba cálida, envolvente . Vanesa preparó la camilla de masajes y sus aceites e instrumentos . Entonces se dirigió a mí, con excelsa dulzura tomó mi mano y comenzó a acariciarme a la vez que abría la camisa azul que llevaba puesta y aflojaba la corbata recién estrenada .

  Sus manos expertas me fueron despojando de la ropa , en silencio, con lentitud casi desesperante . Cuando hubo terminado me miró sin pronunciar palabra , llevó mis manos hacia su cuerpo . Desnudé entonces sus pechos, dibujé con mis dedos los pezones puntiagudos y firmes, busqué el contacto de su espalda, aparté de su lado la ropa interior diminuta y negra que cubría su cintura  acaricié sus nalgas firmes y sacié mi curiosidad sintiendo la humedad de su secreto  rotundo .

  Pero fue ella la que con extremo cuidado pero decidida me empujó hacia la camilla . Me hizo tumbar de espaldas serenando mi ánimo con las yemas de sus dedos . Recorrió mi cuerpo con solícita rapidez, no dejaba sin cuidado ninguno de sus pliegues , ninguno de los contornos de mi piel .

   Con fingida timidez me pidió cambiar de postura y como la mujer de días anteriores, de frente , con los párpados cerrados y un suave aroma de especies me iba embriagando con la tortura del deseo pero también con la paz de unas caricias inacabables .

    Aún con la mirada casi dormida descubría el cuerpo en movimiento de Vanesa y pugnaba por tocarla de nuevo con mis manos, pero ella aquietaba el espíritu, se desvanecía como exigiendo calma, como si estuviera confiada en el efecto adormecedor de aquel perfume, de aquel aceite que se había apoderado de mi cuerpo hasta el último de sus rincones .

   El ritual continuó de nuevo su rumbo, el mismo que yo había contemplado y que ahora rasgaba mi piel, mi cuerpo . Sin temor ni vergüenza, Vanesa me embadurnaba  con su fórmula misteriosa y muy suavemente, desafiando la excitación  discontinua  que me acompañaba, comenzó a rasurar el vello que cubría aquella intimidad , hasta entonces reservada .

  Me sentía en sus manos, percibía los latidos de su corazón aunque tal vez fueran los míos los que aceleradamente hacían temblar mi pulso .

   Terminó por fin y sus ojos recorrieron lo que ya se había convertido en su dominio, en su imperio particular . Me sentía desnudo  , prisionero de un deseo que no controlaba, herido por su mirada y sus manos ,  pero le tendí las mías que poco a poco se fueron deslizando por su piel brillante .

  




 Y como aquel día anterior hubo de concluir su ritual . Yo sentía aquel pedazo de mi cuerpo transportado más allá de mi dominio, ajeno casi al resto de mí . Cuando Vanesa acarició con su beso tenue y prolongado dejando que sus labios pintados desgarraran mi cuerpo  ya no hubo tiempo para otro movimiento

Aquella sensación  dulce, poderosa , amenazó con hacer explotar mi alma a la vez que sentía una liberación infinita, como si toda la energía se desparramara generosa, arriesgada, total . Tal vez duró poco tiempo pero yo me esforcé en prolongarlo y me pareció mucho más largo, mucho más profundo , sin límite ni decoro .

    El silencio se abrazó a la nada, a un vacío que sin embargo resultaba sereno, reconfortante . El cuerpo desnudo de la mujer permaneció un instante más y lo pude recorrer de nuevo aunque fuera un suspiro .

  Después reinaron la oscuridad , el sueño, el perfume embriagador . Y más tarde una insoportable gelidez , como la que había experimentado días antes al contemplar a aquella mujer desconocida .

   Nunca más se volvió a repetir aquel encuentro . Durante semanas seguí con mi trabajo concienzudo y atento. Hablaba con Vanesa pero las palabras resbalaban como si lo vivido jamás hubiera tenido lugar .

De nuevo volvía la angustia, aunque ahora parecía más serena . Poco a poco se fue dulcificando hasta desaparecer . Vanesa solo acudía al centro días alternos, al principio la veía en alguna ocasión, en el pasillo o en la sala de gimnasio . Ella me sonreía con dulce amabilidad . Un día deje de verla.

   De repente el trabajo había dejado de interesarme . ¿ Cuanto tiempo habría transcurrido ¿. Tuve que mirar el calendario para percatarme de las semanas intensas que sin embargo parecían haber volado en mi imaginación .

  Surgió entonces una buena oportunidad que acepté . Una empresa grande y un departamento de contabilidad con asesores y personal que estaría a mi cargo . Nada que ver con la ocupación anterior . Era como si la normalidad se hubiera apoderado de mí .

     Me siento bien ahora, he recuperado amigos que me reprochaban mi invisibilidad, mi lejanía   y de cuando en cuando salgo con Irene, novia de los años de la Universidad  ,  amiga fiel y responsable .

  

        El balneario continúa con sus puertas abiertas pero me he enterado que ha cambiado de dueño, Vanesa se marchó tras ponerlo en pie y ahora he perdido su pista, aunque presiento que no para siempre . A veces tengo la impresión de que me acecha, pero en otras ocasiones me convenzo a mí mismo de que no ha existido jamás.

        Y cuando recuerdo aquel beso oculto, aquel desprendimiento, mi cuerpo tiembla, pero es un temblor sereno, como un bálsamo que aquietara las heridas abiertas   El recuerdo helado se ha desprendido de su temor, de su angustia, de su cruel frialdad .   Quien sabe, tal vez fuera mágico y eterno. Tal vez alguna noche etérea  vuelva a descubrirlo .












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