EL BESO SECRETO
Fernando Alonso Barahona
Aún hoy me produce escalofríos, pero
creo que recordarlo me hará bien y me traerá mayor calma . La historia comenzó
cuando acepté aquel empleo Tal vez no
debí hacerlo pero llevaba varios meses ocioso y necesitaba dinero y – sobre
todo – salir de mi caparazón y regresar a un mundo que parecía haberse vuelto
hostil .
No era momento de preguntarme
cómo había llegado a aquel extremo sino decidirme rápido para buscar una
solución . Estaba cansado de aquel
apartamento solitario, de no contestar al teléfono cuando me llamaban los
amigos que aún se acordaban de mí. Por
eso me dispuse a aceptar aquella oferta de trabajo.
Vanesa me recibió con amabilidad El negocio que dirigía era un salón de masajes con balneario, spa y
gimnasio solo para mujeres. Yo sería una especie de administrador, encargado
ejecutivo de la empresa, a las órdenes directas de aquella dama que parecía
ser la dueña .
Vanesa era una mujer alta, de mirada fría
tamizada por sus modales cálidos y una voz suave que poseía la virtud de
tranquilizar a quien la escuchaba . Las instrucciones eran sencillas :
disciplina en los horarios, discreción con las clientes y eficacia en los
trabajos que me encomendara .
Me gustó, aunque no encontrara una razón que
pudiera explicar . Era una ocupación diferente, tanto – debí juzgar en aquel
momento – que decidí mantenerla en secreto y no compartirla con los amigos que
aún me quedaban. Además mi experiencia en informática de trabajos anteriores me
facilitarían la gestión de los asuntos de aquella empresa ..
Al día siguiente me presenté a la hora indicada. Vanesa me condujo a un
pequeño despacho, moderno, muy tranquilo y con un ordenador que era sin duda
nuevo . Yo lo estrenaría, supongo que como el resto del material . Antes de
tomar posesión de mi pequeño lugar la dueña me enseñó todo el lugar. La sala de
masajes con tres cabinas, el diminuto pero acogedor spa con una cabina de baño
turco, otra de sauna y una piscina asaeteada por chorros de agua y efectos de
luz . El gimnasio aún permanecía
cerrado, no se inauguraría hasta pasados unos días .
Me sentí cómodo; el trabajo no
era complicado , consistía sobre todo en llevar la cuentas de la empresa,
realizar comunicaciones, preparar publicidad . Y desde luego aplicar mis
conocimientos informáticos a la gestión . Durante la primera semana apenas salí
del pequeño recinto que se había convertido en una oficina solitaria pero desde
luego eficaz, tal vez lo que yo necesitaba en aquellos instantes .
Una mañana Vanesa me pidió que la
acompañara para comprobar que el gimnasio estaba ya listo para poder iniciar su
apertura. Seguí sus pasos y realicé las oportunas comprobaciones que luego
debía presentar en la sede municipal responsable de la licencia.
Apenas me había percatado en los días
anteriores, casi siempre encerrado en mi despacho, pero el local se encontraba
repleto de clientes . .
Mujeres jóvenes, de mediana edad,
discretas algunas, vocingleras otras, pululaban por las pequeñas estancias
llenando de vida y alborozo aquel lugar que hasta entonces yo consideraba
silencioso y recatado .
Los chapoteos en la piscina llamaron mi atención . Un grupo de cinco o
seis mujeres nadaban en aquellas aguas azules, de chorros y de luces que despedían
extraños destellos Al menos tres de
ellas lucían sus pechos desnudos acariciados por el agua. Otras caminaban por
el borde y sus piernas relucientes ofrecían un curioso contraste con la
opacidad del cristal que rodeaba los contornos de la piscina . Me entusiasmaban los colores producto de la
original decoración que Vanesa – sin duda sería ella la responsable – había
ideado . Toda una combinación de armonía atractiva, a veces sembrada de caos
chillón y profundamente sensual .
Pasaron los días y percibí que mi presencia en las diferentes salas
pasaba inadvertida, o tal vez nadie reparaba en ella o resultaba absolutamente
indiferente. Por eso comencé a salir con
frecuencia aunque siempre aparentando discreción y rapidez . La piscina mecía
el oído con el murmullo de sus olas suaves , en la sauna y baño turco entraban
y salían mujeres envueltas en toallas de colores chillones . La desnudez de sus
cuerpos se adivinaba muy cercana, como una fruta atrayente Me cruzaba con Vanesa en alguna ocasión y tampoco
parecían importarle mis excursiones . Supongo que la exactitud de las cuentas
era lo que realmente le interesaba de mi trabajo
Sin embargo yo no podía imaginar lo que sucedió una tarde, cuando el
balneario acababa de cerrar sus puertas y todos los clientes y empleados se
habían marchado .
Yo también me disponía a hacerlo cuando escuché la voz de Vanesa. Me
acerqué despreocupado a una de las salas.
Reinaba el silencio solo acompañado por el ruido tenue de las aguas .
Vanesa descansaba sumergida en una de los diminutos “jacuzzi” que se habían
preparado en aquel lugar de reposo Me
miró con los mismos ojos fríos y penetrantes y me pidió el informe de la ultima
semana .
No podía evitar el estremecimiento, ella
parecía provista de una armadura que evitaba cualquier sensación, pero yo no
pude por menos que adivinar con mis ojos su cuerpo recostado sobre la bañera .
Sus leves movimientos dejaban al descubierto la desnudez de su piel que se
antojaba gélida pero sinuosa y provocativa . Pude percibir sus pechos redondos
y grandes, más de lo que había imaginado cuando vestía sus trajes
elegantes
Vanesa revisó el informe , una espuma abundante velaba el resto de su
cuerpo pero entonces ella con un gesto me pidió que le llevara la toalla verde
y mullida que yacía sobre el suelo . Lo hice sin dudar, Ella se levantó y la
tomó entre sus manos . Durante unos segundos su cuerpo entero, su piel tersa,
sus piernas afiladas, su vientre blanquísimo acariciado por un vello negro,
sedoso y reluciente apareció ante mis ojos. Luego se marchó como si hubiese
sido la misma aparición de un fantasma
Confieso que aquella noche la pasé
en vela, y la siguiente . No salí del despacho , había decidido no hacerlo
hasta que ella me requiriera de nuevo .
Fue una espera angustiosa, lo admito, aunque en apariencia todo fuera normal y
nada pareciera perturbar mi ánimo .
Pasaron tres días y por fin recibí un encargo nuevo . Provisto de todos
los datos que me había pedido caminé hasta la antesala de uno de las cabinas de
masaje .
Todo estaba en orden, Vanesa me
sonrió con aprobación y yo diría que complicidad. Durante unos instantes me
sentí envuelto por la fascinación de aquella mujer que apenas pronunciaba
palabras . Yo quedé satisfecho y aguardé
nuevas instrucciones, pero había de esperar porque una cliente entraba en el
lugar del masaje.
La puerta se cerró y yo decidí aguardar, sin embargo pronto comencé a
escudriñar aquella estancia, como si adivinara alguna especia de arcano u
oculto secreto entre sus paredes . No tardé en encontrar una falsa puerta que
abrí sin obstáculo . Era un armario de material perfectamente ordenado: cremas,
perfumes, toallas pequeñas ......y una ventana transparente a la sala de masaje
tenuemente iluminada pero visible.
No pude por menos que mirar.
Vanesa recorría con sus manos la espalda de la mujer que recibía el masaje.
Lentamente, con segura suavidad . Decidí seguir mirando cuando la toalla que
cubría a la cliente cayó sobre el suelo dejando al descubierto sus piernas ,
sus curvas musicales - al menos así se
me antojaban desde aquella ventana – y
sobre todos los rincones de aquel cuerpo desconocido las manos de Vanesa ,
sabias y dulces .
Yo contenía la respiración aunque
estaba seguro que aquel cubículo estaba aislado y nada podía delatarme . La
mujer se dio la vuelta y el masaje continuó , era un ritual de caricias, aceite
y silencio . Tras unos instantes de descanso, Vanesa buscó en uno de los
armarios y sacó objetos que no podía distinguir. Sus manos expertas se acercaron a la cintura
de la mujer y llenaron de espuma su cuerpo acariciando un vello rubio y no muy
abundante que de repente comenzaba a brillar con extraña luminosidad .
Parsimonia y destreza . Unos minutos tal
vez largos o cortos, sumidos en la relatividad de un tiempo que se percibe de
forma distinta según el instante
En ese indefinible espacio de tiempo
Vanesa concluyó su trabajo , El vello rubio y delicado había desaparecido por
completo . La mujer tumbada en la camilla , con sus piernas abiertas parecía
tranquila, con los ojos cerrados, tal vez soñando . Su vientre blanco parecía
más desnudo dejando al descubierto los secretos más íntimos de su cuerpo.
Entonces Vanesa inclinó sus labios y
durante unos segundos interminables besó aquel cuerpo tan suave, tan sensible. La mujer no abrió sus ojos pero movió
ligeramente su cuerpo tal vez traspasado
por una contracción dulce y callada . O
quizás fuera tan solo fruto de mi imaginación espoleada por las imágenes, las
sombras, la cercanía, el silencio. La mujer desconocida se levantó
entonces una perversa sensación se
había apoderado de la calma, por un instante me pareció una estatua de hielo,
fría y lejana , inalcanzable .
Abandoné entonces la estancia , tal vez
temeroso de ser descubierto , pero cuando caminaba sentí a mis espaldas la
presencia de Vanesa . No pronunció palabra pero comprendí que ella sabía que yo
había permanecido allí todo el tiempo, hasta el final de su operación.
De nuevo aquella noche resultó interminable,
asaltada por sueños e imágenes que me golpeaban . Me preguntaba porqué no me
había atrevido a hablar con Vanesa . Su juego era excitante pero podría ser
peligroso. Me prometí a mí mismo hacerlo a la mañana siguiente . Era sin duda
una mujer atractiva , podía hablar con entera libertad . Soñé entonces con
acariciarla, ¿ y si se lo pidiera ¿ . Aquellos ojos fríos resultaban
cautivadores y su cuerpo que yo había entrevisto en nebulosa se antojaba aún más atractivo .
No pude poner en práctica mi plan de forma inmediata porque
ese día esperado Vanesa no apareció por el balneario . Yo completé mi jornada
de trabajo de modo habitual, me pasé una buena cantidad de minutos hablando por
teléfono con amigas y amigos – a los que por supuesto no conté nada de lo que
estaba viviendo – y caminé con entera libertad por la distintas salas del
establecimiento, incluido el gimnasio que acababa de abrir sus puertas .
Al día siguiente la dueña tampoco
apareció ; no lo hizo hasta el final de
la jornada . Ahogué un suspiro Al verla
la descubrí aún más elegante, más misteriosa , más sugerente .
Tal vez hipnotizado por su magia me condujo
de nuevo a la sala de masaje, la misma de aquel día fugitivo . Cerró la puerta
y me sonrió .
-
“Sé que descubriste mi lugar secreto “.
-
“Lo siento , no era mi intención. Estaba mirando la
antesala y ...
-
“No importa, no te preocupes “.
La voz sonaba cálida, envolvente . Vanesa
preparó la camilla de masajes y sus aceites e instrumentos . Entonces se
dirigió a mí, con excelsa dulzura tomó mi mano y comenzó a acariciarme a la vez
que abría la camisa azul que llevaba puesta y aflojaba la corbata recién
estrenada .
Sus manos expertas me fueron despojando de la ropa , en silencio, con
lentitud casi desesperante . Cuando hubo terminado me miró sin pronunciar
palabra , llevó mis manos hacia su cuerpo . Desnudé entonces sus pechos, dibujé
con mis dedos los pezones puntiagudos y firmes, busqué el contacto de su
espalda, aparté de su lado la ropa interior diminuta y negra que cubría su cintura acaricié sus nalgas firmes y sacié mi
curiosidad sintiendo la humedad de su secreto
rotundo .
Pero fue ella la que con extremo cuidado pero decidida me empujó hacia
la camilla . Me hizo tumbar de espaldas serenando mi ánimo con las yemas de sus
dedos . Recorrió mi cuerpo con solícita rapidez, no dejaba sin cuidado ninguno
de sus pliegues , ninguno de los contornos de mi piel .
Con fingida timidez me pidió cambiar de postura y como la mujer de días
anteriores, de frente , con los párpados cerrados y un suave aroma de especies
me iba embriagando con la tortura del deseo pero también con la paz de unas
caricias inacabables .
Aún con la mirada casi dormida descubría el
cuerpo en movimiento de Vanesa y pugnaba por tocarla de nuevo con mis manos,
pero ella aquietaba el espíritu, se desvanecía como exigiendo calma, como si
estuviera confiada en el efecto adormecedor de aquel perfume, de aquel aceite
que se había apoderado de mi cuerpo hasta el último de sus rincones .
El ritual continuó de nuevo su rumbo, el mismo que yo había contemplado
y que ahora rasgaba mi piel, mi cuerpo . Sin temor ni vergüenza, Vanesa me
embadurnaba con su fórmula misteriosa y
muy suavemente, desafiando la excitación
discontinua que me acompañaba,
comenzó a rasurar el vello que cubría aquella intimidad , hasta entonces
reservada .
Me sentía en sus manos, percibía los latidos de su corazón aunque tal
vez fueran los míos los que aceleradamente hacían temblar mi pulso .
Terminó por fin y sus ojos recorrieron lo que ya se había convertido en
su dominio, en su imperio particular . Me sentía desnudo , prisionero de un deseo que no controlaba,
herido por su mirada y sus manos , pero
le tendí las mías que poco a poco se fueron deslizando por su piel brillante .
Y como aquel día anterior hubo de concluir su
ritual . Yo sentía aquel pedazo de mi cuerpo transportado más allá de mi
dominio, ajeno casi al resto de mí . Cuando Vanesa acarició con su beso tenue y
prolongado dejando que sus labios pintados desgarraran mi cuerpo ya no hubo tiempo para otro movimiento
Aquella sensación dulce, poderosa , amenazó con hacer explotar
mi alma a la vez que sentía una liberación infinita, como si toda la energía se
desparramara generosa, arriesgada, total . Tal vez duró poco tiempo pero yo me
esforcé en prolongarlo y me pareció mucho más largo, mucho más profundo , sin
límite ni decoro .
El silencio se abrazó a la nada, a un vacío
que sin embargo resultaba sereno, reconfortante . El cuerpo desnudo de la mujer
permaneció un instante más y lo pude recorrer de nuevo aunque fuera un suspiro
.
Después reinaron la oscuridad , el sueño, el perfume embriagador . Y más
tarde una insoportable gelidez , como la que había experimentado días antes al
contemplar a aquella mujer desconocida .
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