ANIVERSARIO
DE UN ACTOR. SPENCER TRACY
Fernando
Alonso Barahona
"Me
complace mucho verme nominado e incluido entre otros actores, todos ellos más
merecedores del premio que yo, y ése es suficiente honor para mí. Pero en caso
de que ganase, ¿debería considerarme mejor que ellos? Por supuesto que no. Una
buena interpretación depende del papel y de lo que el actor en cuestión aporte
al mismo. Pero sólo él. Yo puedo aportar Spencer Tracy a un papel y nadie que
no sea yo puede hacerlo. Yo soy el mejor Spencer Tracy del mundo. Y si quieren
darme un premio por eso, que me lo den, pues me lo habré ganado”.
SPENCER
TRACY
Se cumple el 120 aniversario del nacimiento de uno de los mejores actores de la historia
del cine, el gran Spencer Bonaventure Tracy (Milwaukee, 5 de abril de 1900 -
Beverly Hills, 10 de junio de 1967). Natural, carismático, cercano, Tracy supo
transmitir humanidad a sus personajes sin forzar nunca la interpretación,
simplemente encarnando en cuerpo y alma a los seres humanos que la historia en
cada película presentaba.
Católico de ascendencia
irlandesa, realizó sus primeros estudios en varios colegios (su rebeldía le
llevó a ser expulsado en numerosas ocasiones) hasta que entró en la Academia
Marquette, un riguroso centro jesuita. Al estallar la Primera Guerra Mundial
sirvió en la Armada y, finalizada la contienda, cuando aún no había cumplido
los 20 años, se sintió atraído por el mundo de la interpretación. Su primera
oportunidad se la dio John Ford en Río arriba (1930).
Enseguida llegó Frank Borzage
con su intimista Fueros humanos
(1933) y poco después el primer gran éxito comercial, la inolvidable San Francisco (W.S. Van Dyke, 1936). El
film de Van Dyke tuvo uno de los presupuestos más grandes de la época,
concretamente 1,6 millones de dólares, y la película fue el éxito taquillero
más grande de 1936 y el segundo de toda la década tras Lo que el viento se
llevó. Su secreto, un terceto de grandes
estrellas, un guion maravilloso de Anita Loos, y un despliegue de efectos fuera
de lo común en aquellos años. Gable y Tracy prefiguraban sus personajes de
Rhett Butler (Lo que el viento se llevó) y
padre Flanagan (Forja de hombres) en
tanto que la maravillosa Jeanette MacDonald ya en plena fama tras Rose Marie, con Nelson Eddy nos brindaba
varios momentos musicales que conservan íntegros su emoción y encanto.
Spencer Tracy pasó más de 20
años en la Metro; allí colaboró con actores, actrices y directores que le
ayudaron a ser una de las estrellas más brillantes del firmamento
hollywoodiense del momento. Su nivel interpretativo le permitió alcanzar
numerosos éxitos y convertirse en uno de los actores más populares. Quedarán
como algunas de las actuaciones más memorables del cine de todos los tiempos la
mencionada de San Francisco (1936),
de W. S. Van Dyke, su personaje de Manuel en la espléndida Capitanes intrépidos (1937), de Victor Fleming, por el que mereció
su primer Oscar; y sobre todo el famoso padre Edward Flanagan de Forja de hombres (1938) y La ciudad de los muchachos (1941), ambas
de Norman Taurog; por la primera de ellas recibió su segundo Oscar.
Repitió con Gable en Piloto de pruebas de Victor Fleming y
Boom Town, de Jack Conway, y ofreció lo mejor de sí mismo en sólidos westerns
como la magnífica Conspiración de
silencio (1955) de John Sturges ,
una de sus trabajos cumbre cumbre , o Lanza
rota (1954), de Edward Dmytrik
El
último hurra de John Ford es otra de sus obras maestras: la
historia de una derrota, la de Frank Skenffington —impresionante Spencer
Tracy—, un político importante en una ciudad de Nueva Inglaterra. Ford habla de
los políticos cuya época ya ha pasado o está a punto de terminar y lo hace con
nostalgia, no oculta sus errores pero valora su cercanía su humanidad, su
compromiso con las personas. Su mirada va mucho más allá de ideologías. Se
dirige al corazón.
Los problemas de salud
apartaron a Tracy momentáneamente de la pantalla a la que volvió de la mano de
Stanley Kramer, envejecido pero digno y carismático: Vencedores o vencidos (1961) o su despedida en Adivina quien viene esta noche (1967).
En la cumbre de su carrera, la
Metro emparejó a Spencer Tracy con una de las actrices más importantes de la
época, Katharine Hepburn. Tras La mujer
del año (1942), dirigida por George
Stevens y con guión de Garson Kanin, se consolidó una intensa relación
sentimental que se mantuvo con la mayor discreción en el siempre agitado
panorama de Hollywood. Tracy y Hepburn brillaron juntos en Mar de hierba (1947), de Elia Kazan, El estado de la Unión (1948), de Frank Capra, o en la excelente y
divertida La costilla de Adán (1949),
de George Cukor, con otro inteligente guión de Kanin.
Hepburn fue la gran
trayectoria vital de Spencer. Él estaba separado de su esposa, pero no pensaba
divorciarse nunca –pese a sus numerosos escarceos amorosos- y seguía viéndola
con regularidad. Ella era divorciada y había vivido varios sonados amores,
entre otros con el multimillonario Howard Hughes. Él era un hombre formal y
tradicional. Ella, una rebelde que desafiaba las convenciones. Pero los dos
eran inteligentes y cultos. El amor –como escribiera Ortega- se convirtió en un
género literario cuando los dos artistas se hicieron amantes
Spencer Tracy se había casado
con la actriz de teatro Louise en 1924. Cuando su primer hijo, John, tenía unos
meses de vida, los médicos confirmaron que el bebe era completamente sordo.
Louise dejó su carrera para dedicarse completamente a ese hijo. Se negó a
internarlo en una institución. Descubrió que podía enseñarle a leer los labios
y después, poco a poco, a emitir sonidos y pronunciar palabras. Era una tarea
lenta y penosa. Tuvieron otra hija, Susie. Entre tanto, Tracy triunfaba como
actor de cine. Y el matrimonio se desmoronaba. Louise y Spencer vivieron juntos
más de quince años. Ella lo apoyó y lo alentó en su carrera y comprendió su
angustia como padre. Toleró sus amoríos y sus borracheras, frecuentes y graves,
hasta la separación de hecho aunque nunca se formalizara.
Cuando Spencer se enamoró de
Katharine, ya no vivía con Louise, pero la visitaba todas las semanas.
Mantenían una relación de profundo cariño y amistad. Así hasta el fin de sus
días, incluyendo todos los años con Hepburn. Fue una historia que todos
respetaron, incluso los tabloides sensacionalistas.
Adivina
quién viene a cenar esta noche (1967) fue la despedida
total. Volvió a formar pareja con
Katharine Hepburn. Tracy bordó en este filme el papel del padre que debe
demostrar su ausencia de prejuicios cuando su querida y encantadora hija,
interpretada por Katherine Houghton, presenta a sus padres a su novio, un yerno
perfecto con la única salvedad de que su piel es negra (Sidney Poitier).
Tracy falleció el 10 de junio
de 1967, a la edad de 67 años, dos semanas después de acabar el rodaje de
Adivina quién viene esta noche. Durante el mismo el actor le había comunicado
al director su temor de no poder concluir la película. Pero lo hizo y se sintió
orgulloso de ello. Tracy padecía diabetes, enfisema pulmonar y la causa final
de su muerte fue un ataque al corazón. Por respeto a su esposa y familia,
Katharine Hepburn no acudió al funeral.
El 5 de abril hubiera cumplido 120 años . Su
recuerdo pervivirá mientras existan las películas, es decir, siempre en el
corazón de los amantes del cine.